Por: Gerson Obrajero
Dicen que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar…
En 2001, el Aztecazo fue el síntoma inequívoco que México estaba en el peor momento futbolístico. El multi ganador con Toluca, Enrique Meza, sucumbía ante la realidad, no podía con la selección mexicana de fútbol. Un puesto que necesita más que estrategia y buena vibra; necesitaba personalidad y muchos tanates.
Aguirre llega a un equipo desahuciado, con posibilidades mínimas de calificar al mundial de Corea-Japón. A pesar de haber ganados títulos con Pachuca, era un técnico aparentemente inexperto para tomar el mando, algunos habían olvidado que era la mano derecha de Miguel Mejía Barón en el mundial de 1994. Él llegó y en el partido más importante contra Estados Unidos, rompió todos los pronósticos. Ganó, no se sabe cómo o por qué pero ganó.
Muchos criticaron que convocara a un jugador que iba saliendo de una lesión que lo retiró de las canchas y frustró un bue accionar en Europa. Blanco no estaba a nivel, en el Valladolid no lo ponían a jugar, pero a el “Vasco” no le importó. Fue determinante en aquellos triunfos de visitante, sobre todo contra Jamaica donde él estuvo para definir.
Llegaba ese día, en el estadio Azteca. Honduras juraba que repetiría la hazaña de Costa Rica y vencería al anteriormente llamado “Gigante”. México necesitaba ganar sí o sí, por marcador de dos goles de diferencia para aspirar a calificar. Ahí brilló Cuauhtémoc, estando allí, mesiánico como en aquella victoria ante Brasil, listo para ser el hombre del partido. En aquella ocasión también anotó Juan Francisco Palencia, quien había tenido una Copa Libertadores soñada que más tarde le permitiría jugar en España.
Momentos gloriosos, inolvidables y aparentemente irrepetibles…
Javier Aguirre, después del mundial y la imperdonable derrota ente Estados Unidos emigró en España, salvando a Osasuna del descenso, para finalmente colocarlo en zona de Champions League. Después dio brillo al legendario Atlético de Madrid, del cual hizo un equipo serio que volvió a los primeros planos del fútbol mundial.
Cuauhtémoc regresó para hacer lo que mejor hace: jugar al fútbol y callar bocas. Hace líder al Veracruz, regresa a su amado América para ser campeón y sub campeón; y finalmente emigra para ser rey en el fútbol norteamericano. Por diferencias con Sven Goran Ericsson dejó la selección, nadie deseaba que eso fuera definitivo.
Juan Francisco Palencia regresó a México después de una participación decente con el Espanyol. Jugó en Chivas donde fue sub campeón, pero donde ha tenido una etapa interesante y un “revival” fútbolístico ha sido en Pumas de la U.N.A.M. Con su determinación y ganas se identificó de inmediato con la garra y mística universitaria. Pieza clave en el actual monarca del fútbol mexicano.
En 2009, a este equipo no lo levantaba nadie...
Todo mundo pidió a Aguirre cuando se fue Hugo Sánchez, todo mundo lo pidió cuando Sven se fue. Y sin saberlo, todos pedían lo imposible, todos sabemos que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar, pero creíamos que él podría hacer el mismo milagro (en mayor o menor medida). Circunstancias similares hacían parecer al Vasco como destinado a repetir la hazaña. Su primera derrota en El Salvador tumbó ilusiones.
Yo sigo pensando que la Copa Oro fue lo mejor que le pudo pasar al nuevo entrenador. Tiempo con los jugadores, alejados un poco de la presión de la prensa mexicana (y digo un poco por las marcas personales que hace la televisión en ellos). La confianza se logra con victorias y estas llegaron, algunas lógicas y otras de manera inesperada. La victoria contundente ante el Estados Unidos B fue un respiro de una selección que todavía tenía un futuro incierto por delante.
Como hace ocho años, en el Azteca México recibía al odiado rival, otra vez líder del hexagonal final de la CONCACAF. Otra vez un partido de vida o muerte, otra vez goles milagrosos, de nuevo México destrozaba pronósticos. En San José fue la confirmación de que México en verdad quería ir al mundial, derrotando de forma soberbia a un Costa Rica débil y despidiendo a Rodrigo Kenton del banquillo. También cayó Honduras.
Y cual serpiente que se devora a sí misma, volvía el mismo escenario y los mismos protagonistas para el mismo objetivo. El Salvador aún tenía esperanzas, como Honduras hace ocho años, y ambas murieron a manos de la selección mexicana. México jugó como debía, se superó a sí misma y demostró que todavía se juega mejor en este lado del continente.
Otra vez Aguirre, Cuauhtémoc… y hasta Palencia.
El rayo volvió a caer en el Azteca de manos de estos individuos, Aguirre logró el milagro, Blanco fue el jugador definitivo que siempre ha sido y Palencia nos recordó que aún hay más a pesar de su veteranía. Inmerecida si tomamos en cuenta todo el proceso, merecida si tomamos en cuenta lo sucedido hace meses. Ya nada de eso importa. México continúa como invitado al mundial desde 1994, para alimentar las pasiones de un pueblo cuya realidad es tan frustrante que su único entretenimiento es ver a 11 de los suyos competir ante el mundo con un balón en los pies.
Como diría la mítica selección del 94: “Nos vamos al mundial, nos vamos al mundial”. =)
domingo, 11 de octubre de 2009
FUTBOLMANIACO #6: El rayo que cae dos veces
Etiquetas:
Futbolmaniaco,
México,
Selección Mexicana,
Sudáfrica 2010,
Tri,
Vasco Aguirre
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario