Por: Gerson Obrajero
Cruz Azul ha pasado por el peor torneo de su historia. Como si fuera el resultado de toda una bola de nieve que lleva aproximadamente 10 años y que empezó esa noche cuando en tiempos extra perdieran el campeonato contra un equipo entonces modesto llamado Pachuca.
Todavía recuerdo los comentarios en ese entonces sobre la institución cementera: “ejemplar”, “que promueve el crecimiento dentro y fuera de la cancha”, “que no acostumbra estar en los puestos más bajos del fútbol mexicano”. Todavía esa misma sinergia les alcanzó para una memorable Copa Libertadores, donde la máquina fue el primer equipo mexicano en llegar a una final, la segunda, que perdieron. Sin embargo, nadie dudaba de la capacidad de los jugadores, de la cantera (Brown, Campos y Gutiérrez) y mucho menos de la directiva.
Pasaban los años y aquella solidez en su imagen se fue deteriorando: despidieron a muchos técnicos (Trejo, Carrillo, Luis Fernando Tena y Enrique Meza en una segunda etapa, Romano y Mizrahi) e inclusive a jugadores (aquella revuelta de jugadores indisciplinados encabezados por Abreu y Palencia) y la afición veía cómo la directiva encogía los hombros cada vez que Cruz Azul no pasaba de los cuartos de final en la liguilla.
Entre toda esa mediocridad había jugadores rescatables como Luciano Figueroa (que fue goleador en México y terminó en la banca del Villareal) o esas tardes gloriosas de fútbol orquestadas por César Delgado (figura indiscutible que se fue desgastando para salir a llenar la banca del Lyon, donde apenas y tiene oportunidades de jugar). A excepción de ellos, las demás contrataciones parecían no corresponder a un equipo grande, jugadores en sus últimos años (Marcelo Delgado y Lussenhoff) y otros que manifestaban su fastidio por permanecer en el equipo como Óscar Pérez. Aún sigo pensando que la contratación más acertada en su momento fue la de Francisco “Kikín” Fonseca, que en el conjunto celeste logró hacer muchos goles que lo llevaron a la selección y posteriormente a Benfica, donde no brilló más.
En el 2007, se vislumbró señas de la existencia de la directiva y crearon un concepto para reestructurar la institución quitando a nombres como Garcés y Benito Pardo y colocando a otros como Eduardo “Yayo” de la Torre, para encabezar un proyecto que además de deportivo, era social (sí, por ahí también andaba la ridícula de Xochitl Gálvez). En lo deportivo también se contrató a Sergio Markarián, quién en un año logró lo que muchos técnicos intentaron, llevar a Cruz Azul a una final contra en ese entonces poderoso Santos Laguna.
Esta etapa en particular me llama mucho la atención, porque devela problemas que desde hace mucho acarreaba la directiva: compra de jugadores sin consultar al técnico (Vigneri era un jugador que no quería Markarián), falta de planeación (se notó cuando hubo muchos lesionados en el equipo), descuido de fuerzas básicas e imposición de auxiliares en el banquillo. Quizá por eso es de reconocer que a pesar de la problemática se haya llegado a la final. Después de eso, “el pingüino” ya no quiso dirigir a Cruz Azul, extra oficialmente porque no estaba dispuesto a aceptar los problemas que venían de la administración del equipo. En fin, ellos ya tenían a su suplente a la mano: Benjamín Galindo.
Era de esperarse, porque el maestro zacatecano ya había dirigido en Primera División y aparentemente era sorpresivo que fuera auxiliar del uruguayo. Benjamín entendió que las bases ya estaban puestas y que debería otorgar continuidad al trabajo de su antecesor. Así también la misma sinergia los llevó a la final contra otro poderoso equipo: Toluca. Y sí, volvieron a perder.
La directiva, ignorando los problemas que vienen arrastrando, decidió que se había trabajado bien y que debían seguir como en los años anteriores. Hay algo que nunca he entendido de Cruz Azul, un equipo que muchos ven “grande”; pero compra como “chico”; así vemos jugadores de mediano precio entre sus filas (Alejandro Vela, Hassan Viades, Luis Ángel Landín, entre los casos más recientes). Además de cargarle la mano a una cantera que es inmadura por naturaleza (Villaluz, Lugo, Domínguez, Yosgart Gutiérrez). Sin contar que retuvieron a fuerza a un Gerardo Torrado con ganas de ir a España.
El resultado lo hemos visto en este torneo delirante: último lugar en solitario, un equipo sin garra que vuelve a perder una final ahora en la recién bautizada Concachampions. Una directiva dividida entre los hermanos Álvarez, un cuerpo técnico dividió ya no por dos, sino por tres (Galindo, René –creí que sería el sucesor– Isidoro y Poncho Sosa) y un equipo que nunca se conectó, menos cuando la afición lo pedía a gritos, como en los partidos contra Guadalajara, América y Pumas.
En fin, hoy trasciende que Eduardo de la Torre dejó su puesto directivo. Por lógica se pensaría que este sería el primero de muchos cambios que se vienen en La Noria. Sin embargo, conociendo a la directiva que siempre ignora y justifica sus evidentes problemas, esa afición que no ha conocido otra más que sufrir, deberá esperar lo inesperado de Cruz Azul: el equipo de mis amores.
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